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domingo, 23 de noviembre de 2014

Triana. Por Victor García Rayo.

Triana
Esta tarde vienes a mi corazón para que te hable del Convento de las Mínimas, de las mareas y los puñados de sal. De la cucaña y de Juan Belmonte.
Hijo, me preguntas por qué Triana es distinta, qué tiene el barrio, su nombre, qué nos vincula a ese puente. Me preguntas por sus calles y su aire, por la brisa que recorre las espadañas, por los claveles en las macetas, los jazmines y el agua fresca que todo lo riega. Me preguntas por el barro y por la copla, por el toreo y los roetes de las abuelas. Por los atardeceres y el olor a canela, por el pan tostado con aceite y ajo refregado, por la yerbabuena del puchero caliente y por las manos de tu abuela que todo lo curan.

Hijo, hoy quieres que te explique las cosas del duende, el pulso del yunque y el olor de los guisos en el patio. Me preguntas el motivo por el que las vecinas se prestan las especias y porqué a la hora de comer se le dice almorzar. Hoy quieres saber de dónde viene esa forma de andar de los pasos, imprevisibles y emocionantes; cómo nació la palabra pellizco y por qué se mantiene el serrín en el suelo de muchas tabernas.

Hoy quieres que te explique de dónde viene esta costumbre de poner azulejos, cómo se le ocurre a mamá tanto rincón con cerámica, tanta maceta y tanta reja. Por qué en cada esquina hay un artista, cuándo se dejarán de pintar todas las cosas a mano y por qué no sabemos vivir sin candela y sin adobo.

Hijo mío, esta tarde me preguntas por Triana, por tu bisabuela la matrona y por las viejas cigarreras, por Juan Vizcaya y por el barrio del Tardón, por San Jacinto y San Jorge. Me preguntas por Castilla, por la familia Mensaque y por el callejón de la Inquisición. Quieres saber desde cuándo está en su sitio el Bar Cuesta y cuándo empezamos a comer las “arvellanas” verdes.

Esta tarde vienes a mi corazón para que te hable del Convento de las Mínimas, de las mareas y los puñados de sal. De la cucaña y de Juan Belmonte. De las cavas, de la duda, de la sombra, de la tarde y la madrugada. Del miedo, del hambre, de la incertidumbre y de los fantasmas. De las pintadas y los tiros, de las trincheras y del hombre al agua. Hijo, hoy quieres saber tantas cosas.

Papá, ¿qué era el puente de barcas? Me preguntas por el Rocío y por el Corpus, por la Estrella y por El Cachorro, por La O y por la Esperanza. Hoy quieres saber de San Gonzalo y por la nueva cofradía de negro que te gusta ver de regreso y se llama Pasión y Muerte. Te gusta el sombrero de la Pastora en Santa Ana y me preguntas por qué no se llama plaza, pero se llama plazuela.

Hoy quieres pasear y paseamos, hoy quieres zapata y Maestranza allí delante. Hoy quieres, hijo, el origen de tu sangre y la explicación de tus temblores. Buscas una respuesta. Hoy quieres asomarte al pecho del monumento a Belmonte para mirar otra vez nuestra plaza de toros. Pides Altozano y yo te entiendo.

Me preguntas por Alfarería y calle Betis, por Manuel Arellano y por Tejares, quieres saber de dónde vienen Antillano Campos y Pagés del Corro, Fabie, Rocío y Flota. Quieres saber de dónde viene la calle Troya y quién era de verdad Pelay Correa. Esta tarde hablamos de barcos y galeones, marineros y pescadores, fraguas y orillas. Hablamos de pensadores y de cante grande, de óleos, claroscuros y pimienta.

Papá ¿a cuál de ellos se referían cuando le pusieron Evangelista a esta calle? ¿quién era Juan Díaz de Solís? ¿eran de Triana los componentes del grupo Triana? ¿por qué te gusta tanto escuchar lo que dice Ángel Vela? Papá, ¿por qué si digo Triana le cambia el color a tus ojos?

Mira hijo, a mis ojos les cambia el color cuando tú me preguntas por las cosas que no tienen más explicación que el brillo de las lágrimas. Hoy hemos paseado por el barrio de Triana, aprendiste que caminar por Sevilla es algo que siempre debe hacerse con temple, que las cosas importantes suceden despacio, que este barrio tiene alma propia, que en esta tierra merece la pena morir y que, cuando ves llorar a tus mayores, estás viendo reflejado un pasado que se pierde.

Pero no es tiempo de lamentos. Es en este barrio donde se encuentra el ejemplo definitivo de la superación. Aquí vive el Señor que cae y se levanta, que puede con todo. Por eso, hijo, hemos llegado a este puerto. Por eso quiero que terminemos justo en este punto, en casa de la Esperanza, a las puertas del templo marinero en el que vive tu capitán. Ponlo todo en sus manos, intenta imitar al Señor que arrastra su humildad debajo del peso de la cruz y recuerda siempre el nombre de esta calle. Se llama Pureza.